Doce de la noche, y llueve a cántaros en Florencia.
Tras correr, correr y correr llego respirando anhelosamente al hotel donde me alojo en la ciudad del arte.
Mientras voy subiendo las escaleras, pues me encuentro en una cuarta planta, voy recordando a cámara lenta nuestra última conversación saturada de tus palabras cargadas como un rifle, de sutileza y sarcasmo, tus principales armas.
Cojo el ipod y pongo en reproducción las canciones embriagadoras de Rumer.
Entonces, agotada y empapada hasta la médula, caigo de espaldas y sin pensarlo sobre la cama, mi principal templo de meditación. Y allí, observando el techo de la habitación comienzo a sonreír, a sentirme la persona más libérrima del planeta...
Intentando buscar los vocablos exactos para describir mi estado, me doy cuenta de que logré deshacerme de ti, de tus caprichos. Al fin puedo gritar que me da igual si vuelves, si haces caso omiso a mis mensajes o si le regalas tu boca a cualquier niña pija impaciente por pillar cacho.
Soy feliz...
No me quedaron ganas de guardarte ese rincón que te prometí, la ilusión se esfumó.
Definitivamente debo darte las gracias, por abrirme los ojos, por quitarme la venda y por haberte esforzado en conseguir que aborrezca esta situación.
Ahora me siento bien, sin complicaciones ni altibajos de emociones.
Al fin, mi corazón vuelve a entender el idioma de la libertad.
Tras correr, correr y correr llego respirando anhelosamente al hotel donde me alojo en la ciudad del arte.
Mientras voy subiendo las escaleras, pues me encuentro en una cuarta planta, voy recordando a cámara lenta nuestra última conversación saturada de tus palabras cargadas como un rifle, de sutileza y sarcasmo, tus principales armas.
Cojo el ipod y pongo en reproducción las canciones embriagadoras de Rumer.
Entonces, agotada y empapada hasta la médula, caigo de espaldas y sin pensarlo sobre la cama, mi principal templo de meditación. Y allí, observando el techo de la habitación comienzo a sonreír, a sentirme la persona más libérrima del planeta...
Intentando buscar los vocablos exactos para describir mi estado, me doy cuenta de que logré deshacerme de ti, de tus caprichos. Al fin puedo gritar que me da igual si vuelves, si haces caso omiso a mis mensajes o si le regalas tu boca a cualquier niña pija impaciente por pillar cacho.
Soy feliz...
No me quedaron ganas de guardarte ese rincón que te prometí, la ilusión se esfumó.
Definitivamente debo darte las gracias, por abrirme los ojos, por quitarme la venda y por haberte esforzado en conseguir que aborrezca esta situación.
Ahora me siento bien, sin complicaciones ni altibajos de emociones.
Al fin, mi corazón vuelve a entender el idioma de la libertad.